En busca de una fotosíntesis óptima
Según los cálculos, el rendimiento agrícola debería aumentar entre un 50 y un 85 por ciento para alimentar a toda la humanidad: una hectárea de arrozal, que en 2010 alimentaba a veintisiete personas, debería poder llenar el plato de cuarenta y tres. Es decir, nuestra maquinaria agrícola debería estar propulsada por un motor con una aceleración superior al 2 por ciento anual. Si dirigimos la mirada hacia atrás, la productividad aumentó un 135 por ciento entre 1960 y 2005 gracias a las innovaciones genéticas, tecnológicas y agronómicas que literalmente puso en el campo la revolución verde. Sería una tendencia compatible con las necesidades futuras, pero esa progresión ya no es alcanzable con las mismas marchas escalonadas usadas hasta ahora y hace tiempo que perdió su brío: en los países productores de arroz, uno de los cereales más productivos y base de la alimentación de casi la mitad de la humanidad, el rendimiento por hectárea aumentó un 36 por ciento entre 1970 y 1980, pero solo un 7 por ciento entre 2000 y 2010. En otras fuentes de almidón como el trigo o la patata se observan trayectorias análogas y, si se desea hacer correr nuestra maquinaria agrícola, hay que hallar estrategias diferentes a las seguidas hasta ahora.